Las señoritas de Aviñón llegaron ya, llegaron bailando cha-cha-chá. Al observarlas sentí que la cabeza me daba vueltas y el corazón me dio un salto. En la soledad del taller surgió la transformación deseada. Los colores brillaron al encarnarse en los cuerpos provocadores, las formas se duplicaron en su mestizaje. «Sí, lo había logrado, estaban ahí, frente a mí, las señoritas del salón».
Autor - Antonio Álvarez Morán